La navegación con mal tiempo es la que nadie busca, pero que a veces se nos presenta sin darnos tiempo a encontrar refugio. Cómo afrontarla y salir airoso de la situación depende de la pericia y conocimientos del mandaor y por supuesto de la entrega de esfuerzos de la dotación de la barca.

En una barca o bote de remos las tácticas que se emplean para capear, o bien correr, el temporal son diferentes a cómo se realizan en los barcos propulsados
a motor.

Cuando el temporal se presenta tenemos dos opciones, bogar al largo con mar de proa, o correr el temporal bogando hacia tierra con el mar de popa. Esta última es
la más crítica y peligrosa, por el mayor riesgo de atravesarse a la mar y volcar.
En ambos casos hay que impedir que rompa la ola sobre la barca inundando la embarcación y atravesando el bote a las olas, en cuyo caso zozobra.

Si optamos por dirigirnos mar adentro con la mar de proa, la regla básica sugiere que la barca lleve una buena arrancada para tomar la cresta de la ola con fuerza y
velocidad y dejarla pronto por la popa.
Sólo en los casos en que el viento es nulo o viene de tierra pero la mar continúa arbolada, habrá que ajustar la velocidad de la remada para no caer con fuerza en el
seno de la ola siguiente.

En resumen, evitar tomar la ola por la rompiente y, llegado el caso, aumentar la fuerza de la remada para poder remontar la cresta, cayendo después con suavidad en el seno siguiente, ajustando la remada según la tendencia de las olas a hacernos quedar parados.

Cuando decidimos correr el temporal en dirección a tierra, con la mar de popa, el peligro reside en la facilidad que presenta ahora la barca para atravesarse a las olas.
Cuando la popa es alcanzada por la ola, la barca evoluciona levantando primero la popa y, como consecuencia de este efecto y al mismo tiempo, sumerge la proa. Si llevamos la inercia, proporcional al peso de la barca, controlada, el golpe de mar la
rebasará, en una secuencia repetitiva de: proa deprimida, horizontal y levantada. Esta será la forma de avanzar con la mar gruesa de popa.

Navegación con mal tiempo

El problema surge cuando no se controla la inercia de la barca, la cresta alcanza la popa, la levanta al aire y la empuja a gran velocidad hasta clavar la proa en el seno
de la ola anterior, dónde el agua, más serena en ese punto, ofrece mayor resistencia. En este momento la proa se sumerge inundando la barca por proa mientras la popa al aire continúa empujando. La probabilidad de volcar en forma de voltereta es muy alta.

Si la proa, ya sea por contar con una cubierta o con un espacio estanco, no se carga de agua, la resistencia del agua, afectando de desigual forma a cada una de las amuras terminará por atravesar la barca a la ola y volcar.

De todo esto deducimos que el comportamiento cuando navegamos en dirección a tierra con la mar de popa debe asemejarse a cuando lo hacemos proa a la mar. Es
decir, trataremos de anular la arrancada de la barca, incluso ciando, en el momento que nos alcanza la ola por la popa dejando que pase rápido por debajo de la barca
sin arrastrarla.
Para conseguirlo, el método más seguro es aproximarnos a tierra ciando, con la proa hacia la mar y dando avante con fuerza cuando se aproxime el golpe de mar, saliendo a su encuentro, para sortear la ola sin que rompa sobre la proa. Una vez pasada, volvemos a ciar para aproximarnos a tierra.

Otra opción, si se dispone de ella, es lanzar un ancla flotante, o en su defecto un madero o algo pesado, amarrado con una boza largada por la popa en forma de
remolque, evitando que la barca se atraviese. Así podríamos navegar proa a tierra, manteniendo el rumbo y lastrando la barca para no ser arrastrada por el empuje
de la ola.

Con habilidad, fuerza y un poco de ayuda de la virgen del Carmen, lograremos nuestro propósito.
Buena proa.

Próximo capítulo

Prevención y Primeros Auxilios