David Vega Gómez 24/01/2020

A casi todos nos ha pasado alguna vez por la cabeza como será el proceso de transición de la vida a la muerte.

Al amparo de la Ciencia, como sociedad, nos permitimos el lujo de no creer. Supongo que se trata de un bien adquirido por el llamado estado de bienestar. Bien está.

La vida y la muerte no coexisten, aunque no siempre fue así, o al menos no era lo que se pensaba.

Un gran amigo mío falleció ayer tarde. Él creía en algún tipo de transición, de hecho llamaba a la muerte «la transición».

No he podido, como buen aficionado al remo, dejar de acordarme de aquellos griegos, que al morir, cruzaban el río aqueronte a remo, bajo la atenta mirada de Caronte, al mando de la espailla y con una larga vara con la que azotar a quienes, rezagados, no remaban bien o con la suficiente fuerza camino del Reino del Hades.

Quiero que sepas amigo que, cuando mañana embarques, no será el Tártaro oscuro tu destino, disfrutarás de los campos Elíseos, donde vagan los héroes y virtuosos eternamente.

Y quiero que sepas tú, Caronte, patrón del Hades, que si tocas a mi amigo, enfermo y cansado, con tu vara, algún día bogará en tu barca un remero con el óbolo de plata en los ojos y una espada en la mano.

D.E.P. Curro Canca