Con motivo de una entrevista al carpintero de Ribera Julián Almoguera para una publicación editada por el Ayuntamiento de Málaga, éste comentó que el tiempo de fabricación de una barca de jábega, desde que se fija el embón en el suelo del taller hasta que se inscribe su nombre en la aleta, alcanzaba los nueve meses de trabajo y una atenta maestría.
Nueve meses. Curiosa coincidencia con el periodo que ocupa la gestación de un hijo. Quizás sea esta la razón por la que artistas y artesanos convierten en realidad la clásica metáfora de «parir» sus obras.
En el caso de nuestras barcas de jábega se alumbran hijas. Hijas a las que se bautiza con nombre de mujer y corresponde al padre decidir su apelativo.
Para Julián Almoguera éste era «María Juliana». El motivo parece responder a una herencia emocional, que le hacía recordar a su madre María y a su abuelo Julián.
Poco pudo disfrutar el gran Julián de esta dulce remembranza.
Su primera barca de jábega, como todas las posteriores, comenzó luciendo en el forro el nombre «María Juliana». Era el año del Señor de 1984, Paquirri entraba en el Olimpo de los toreros muertos y Julián se reservaba un puesto para la historia. Pronto, al ser adquirida por su definitivo propietario, el Ayto. del Rincón de la Victoria, pasó a llamarse «Virgen del Carmen».
El año 91 le brindaría una nueva oportunidad de ver en el encarnado de una barca el recuerdo de su madre y el feminizado nombre de su abuelo Julián. De sus propias manos y ayudado por su hermano Salvador una recién parida «María Juliana» veía el agua por primera vez en las playas de Pedregalejo. Pero su destino era otro y estaba en la playa y en el Club de Remo del que tomaría su nuevo y definitivo nombre, «San Andrés».
A la tercera va la vencida.
El año 1998 comienza con el estreno de la afamada película «Titanic». Ostentoso nombre que no sedujo lo suficiente a nuestro carpintero, que continuó denominando «María Juliana» a su nueva barca en Agosto de ese año. Esta vez sí pudo regocijarse con una barca cargada de evocaciones familiares, tanto por su fabricación en la que contó con la colaboración de su hijo Pepe como por mantener el nombre de su elección durante los siguientes quince años.
Había nacido un mito, la «María Juliana», la que en palabras de su hijo a la periodista del Diario SUR, Victoria Contreras, en octubre de 2011, constituía su obra culmen y cuyos planos servirían de modelo para las siguientes creaciones, como las de la «Traya» y la «Cordela».
De cómo se convirtió en la barca con el mayor palmarés deportivo de los tres primeros lustros de este siglo será el tema a tratar en el siguiente Post.
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