En latín «Contus» significa Remo o palo para remar. Proviene del griego κοντός [kontós] que alude a palo, barra o vara. Por extensión, percontar significaba sondear, consultar la profundidad y, de ahí, por alteración vulgar «praecuntare» o, lo que es lo mismo, preguntar.
O sea, que de resultas a una acción relativa a la actividad del marino, la de sondear la profundidad, y a su capacidad natural de distorsionar el lenguaje, tenemos un término «de amplio espectro» como es el de «Preguntar».
Y, abusando del mismo, me pregunto… , ¿Cuán grande es la aportación del lenguaje marinero al léxico español?
Me fascina oír a los marengos del palo hablar de vendaval o vendavalillo, según su intensidad, para referirse al poniente del suroeste que, a veces, imposibilita las salidas con la barca.
En su acepción generalizada vendaval alude a un viento extremadamente fuerte y violento, capaz de derribar árboles y desprender cubiertas. Pero no, en nuestra costa la lectura es diferente, no tiene porqué pasar de fuerza 4 en la escala beaufort y cuenta con una componente suroeste claramente definida, siendo además aceptado por la propia definición que le otorga la R.A.E.
El marengo es así, crea su propio lenguaje; fabrica verbos de sustantivos como timonear, patronear, barloventear etc… Así como acuña términos propios mediante mutaciones lingüísticas poco conocidas tierra adentro.
Y es que ya lo advertía nuestro ilustre Don Benito Pérez Galdós al referirse a su personaje, marino de profesión, Marcial: «…que Marcial, como casi todos los marinos, usaba un vocabulario formado por los más peregrinos terminachos, pues es costumbre,
en la gente de mar de todos los países, desfigurar la lengua patria hasta convertirla en caricatura».
En definitiva, y para no extenderme, cuando sientan la necesidad de tirar de teclado para dar forma escrita a la multitud de vocablos que adornan el léxico marengo, no los fumiguen con el corrector ortográfico, dejen que esta epidemia lingüística se convierta en pandemia, haciendo más grande si cabe nuestro idioma.
Para entonces la espailla, por ser nuestra, ya no será espadilla, pero guiará la barca igual; el mandaó será el patrón que la gobierna y el vendaval nuestro viento más temido.