Todos los que practicamos remo hemos sufrido, en carne propia o ajena, la rotura de un remo. Contingencia que resolvemos con la sustitución del remo accidentado por la unidad de repuesto que solemos llevar en la barca y, en todo caso, las cortas singladuras no comprometen nuestro regreso.

Pero, ¿nos hemos detenido a pensar en la incidencia que, en las grandes embarcaciones a remo, debió tener la pérdida de varios remos a decenas de millas de la costa?.

Pues bien, esto le ocurrió a un insigne marino español, D.Bernardino López de Mendoza, a la sazón Capitán General de las Galeras de España, que había sucedido en el cargo a otro ilustre de los mares, D.Alvaro de Bazán, aquel al que Lope de Vega rindió homenaje en su epitafio «El fiero turco en Lepanto , en la terceira el francés y en toda mar el inglés tuvieron de verme espanto….»Pues bien, corría el año 1546 y al Bravo D.Bernardino, al mando de una escuadra de galeras, sorprendió el viento y la mar aliados en forma de temporal, resultando malogrados las dos terceras partes de los remos y comprometiendo la navegación al no haber tantos repuestos para paliar la situación.D.Bernardino, hombre de principios y abundantes recursos, no en vano su padre, D.Iñigo López de Mendoza, había sido ayo de las hijas de los Reyes Católicos, entre ellas Catalina, casada con el despiadado monarca Inglés, ese que ejecutaba a sus esposas, y que a la española no osó siquiera tocarla. ¡ Menudos redaños los de nuestra paisana!, que incluso contaba en su fondo de armario con una armadura de brillo perdido por el uso. Anécdota aparte, a D. Bernardino se le ocurrió sustituir la tradicional forma de remar, al tercerol, por un nuevo sistema denominado «remo a galocha», siendo para muchos historiadores su inventor.

El «tercerol» consiste en situar 3 remeros con sendos remos en cada banco. Los bancos están dispuestos de forma oblicua, en sentido proa a popa, a fin de facilitar la boga e impedir que cada remo obstaculice al compañero. Consecuencia de esta disposición es la diferente longitud de los remos, obligando a mantener una reserva de repuestos muy variada.

El remo a galocha, introducido por D. Bernardino en nuestra armada, situaba igualmente 3 remeros por cada banco, pero para un solo remo. Las ventajas pronto se hicieron evidentes. Por un lado, al ser todos los remos de la misma longitud, ( la más larga de los tres remos anteriores), el efecto palanca es más efectivo; además la fuerza aplicada al guión por tres hombres se multiplica. Por otro lado también se reduce el número de repuestos. Pero, quizás, lo más importante es que se reduce la necesidad de incluir un alto número de buenos bogadores, ya que solo con uno que haga de marca por banco, el resto de la chusma puede carecer de experiencia.

El tiempo terminaría de definir el sistema. El remo se hace mucho más grueso, asumiendo la carga del empuje de tres hombres y, consecuencia de ello, surgen las «maniguetas» (¿os suena?), asideros para favorecer el agarre del remo a dos de los bogadores. El tercer bogador, el más cercano al eje central del barco, el de crujía, se asía directamente al puño del remo, llamado bogavante.Y he ahí que, en lugar de «bogaores» pudiera, por esta razón, hablarse de bogavantes, sin que entre en este concurso el participio del paladar, al que tan deliciosos recuerdos trae el término.